Thursday, 21 December 2006

Tengo el Síndrome de Stendhal

Según la Wikipedia, el Sindrome de Stendhal es "una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardiaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a una sobredosis de belleza artística, pinturas y obras maestras del arte."


Stendhal le daba al jarabe de codeína...dijo el toro que mató a Manolete.




Yo tengo otra definición del síndrome de Stendhal.Mi síndrome de Stendhal personal, consistente en "una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardiaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a la idea de vivir en una ciudad de provincias francesa"

Stendhal (Marie-Henry Beyle), nació en Grenoble, Lyon, y dedicó parte de su vida a escribir truños de más de 500 páginas describiendo lo aburrida que es la vida de provincias en Francia (libre interpretación).

Para muestra, un botón: El primer capítulo del Libro II de "El Rojo y el Negro", titulado LOS PLACERES DEL CAMPO.El texto es ligero y tiene miga, creedme.


«En París, me cansaba horriblemente esa comedia perpetua que obliga a representar lo que vosotros llamáis la civilización del siglo XIX. Tenía sed de tranquilidad, sed de vida sencilla, y, para satisfacerla, compré unas propiedades enclavadas entre las montañas próximas al Ródano, hermosas como puedan serlo las más hermosas que tienen al cielo por bóveda.
»Durante los seis primeros meses, me hicieron la corte el cura del pueblo y la turba de hidalguillos vecinos. Yo les daba de comer, pero les hice presente que había huido de París para no hablar ni oír hablar de política, que no estaba suscrito a ningún periódico, y que cuantas menos cartas me traía el cartero, tanto más contento estaba.
»Muy pronto llovieron sobre mí peticiones indiscretas. Mi intención era dar doscientos o trescientos francos al año a los pobres, pero me los pidieron para las asociaciones piadosas; me negué, y me insultaron de mil maneras. Cometí la solemne tontería de darme por agraviado, y ya no pude salir por las mañanas para admirar la hermosura de las montañas sin encontrar cosas desagradables que disipaban mis dulces ensueños y me recordaban las malas artes de los hombres. En tiempo de rogativas, suelen salir cantando en procesión para bendecir los campos: asistía yo a la procesión, porque me gusta el canto, que a mi juicio es una melodía griega, pero mis campos se quedaban sin bendición, porque, según las gentes, pertenecían a un impío. Murió la vaca de una vieja piadosa, y dijeron que la causa de su muerte fue haber pasado junto al estanque del impío (el impío soy yo), del filósofo llegado de París. Ocho días después, encontré muertos todos mis peces: habían envenenado las aguas del estanque con cal viva. Los chismes y los enredos de todas clases y formas formaban espesa red en torno mío. El juez de paz, hombre honrado, pero tímido, temiendo perder su puesto, falló siempre contra mí. La paz de los campos resultó para mí un infierno. Tan pronto como me vieron abandonado por el cura, y no apoyado por un capitán retirado, que es el jefe de los liberales, cayeron sobre mí rojos y blancos, negros y claros sin excepción de nadie, ni del albañil, a quien daba de comer hacía más de un año, ni del carretero que pretendía estafarme impunemente reparando mis arados y carretas.
»En mi deseo de tener algún apoyo y de salir triunfante en alguno de mis pleitos, me hice liberal; pero llegaron las elecciones, me pidieron el voto...
-¿Para algún desconocido?
-Al contrario: para un sujeto a quien conozco demasiado bien. Me negué a darlo... ¡horrible imprudencia! Inmediatamente cayeron también sobre mí los liberales, haciendo mi situación intolerable. Creo que si a cualquiera se le hubiese ocurrido la idea de acusarme de haber asesinado a mi criada, habrían salido cuarenta testigos, de uno y otro partido, que hubiesen jurado que me habían visto cometer el crimen.
-Lo comprendo: quisiste vivir en el campo sin servir las pasiones de tus vecinos, sin dar oídos siquiera a sus murmuraciones: fue un error...
-Que he reparado ya. Montfleury está en venta; estoy dispuesto a perder cincuenta mil francos, y los pierdo contento a trueque de escapar de aquel infierno de hipocresías y de ruindades.
Voy a buscar la soledad y la paz campestre en el único lugar donde es posible encontrarlas en Francia: en un cuarto piso con balcones a los Campos Elíseos."

Si trabajas en mi profesión y tu pareja quiere ir a vivir a Francia, es posible que acabes en Grenoble, que forma parte del Silicon Valley Francés (jua jua jua...me troncho).

A mi Grenoble me cae gordo por una sola razón: Stendhal.

Si el hijo más famoso de Grenoble pasó su vida escribiendo lo malísima que es la vida en provicias, ¡algo malo tendría Grenoble para traumatizarle asi!.Marcel Proust, que se crió en los suburbios de París, dedicó su vida literaria a añorar su infancia (en vez de a quemar coches, como hacen los niñatos de hoy en día), a pesar de que lo más excitante que le pasaba era ir a mojar madalenas en el té a casa de su vecino Swann.


Marcel Proust se lo monta mejor que Stendhal dándole a la madalena



Lo dicho...no puedo ir a Francia.....tengo el síndrome de Stendhal.

1 comment:

Juan Villamota said...

Pues el texto de Stendhal no suena mal...