Thursday 2 October 2008

¡He visto la luz!

Desde hace 6 meses mi relación de amor con UK se tambalea. ¿La razón? Mi embarazo y el tratamiento antenatal en inglaterra. Mi matrona hippy, los partos caseros de mis compañeros de trabajo, los libros del NHS y la moqueta del hospital me han hecho sentirme frustrada, enfadada, asustada, y sobre todo extranjera.
Esta semana Juan de Parquestrit me dio un libro para leer que me ha abierto los ojos. Se trata de "Ghosts of Spain", del que hablaba él mismo en este post. El autor, Giles Tremlett, corresponsal del Guardian en Madrid, dedica un capítulo a las relaciones familiares llamado "Children and men first". Leyéndolo me he dado cuenta de dónde ha estado mi fallo.

Comienza con una frase que es mas o menos así "Después de tantos años en España, creía haberme integrado en la sociedad, pero de repente llegó la paternidad". Después cuenta como durante su primer embarazo, su esposa y él se toparon con la gran diferencia entre las aproximaciones británica y española a la maternidad. Tremlett es un artista para detectar la esencia del modo de pensar español, y lo explica bien claro. En UK, el parto es sobre todo entre la madre y su bebé, con la ayuda del padre, que es quien anima y consuela a la parturienta. Los médicos y analgésicos están ahí, y pueden resultar útiles si algo se complica, pero no son los protagonistas, ni parte fundamental del proceso. En UK las madres presumen de haber aguantado el dolor del parto para traer a sus retoños al mundo, y el parto "natural" es algo a lo que en general se aspira. En España, el parto es entre una mujer, su bebé, y su ginecólogo, aunque a veces es mas entre el bebé y el ginecólogo o el ginecólogo solamente. La madre toma un papel pasivo y el padre se hace a un lado para respetar la relación de la mujer con su médico que es quien sabe y decide, y cuya palabra va a misa. Tremlett se lleva las manos a la cabeza cuando tras horas y horas de dilatación, el médico español de su esposa decide practicar una cesárea y le impide estar presente en la operación "porque yo lo digo". También se queja de las "revisiones regulares de fluídos" similares a un control técnico. Eso sí, reconoce la limpieza de los hospitales y la preparación del personal sanitario.También dice que a los españoles nos fascina la cháchara de los médicos poblada de tecnicismos porque nos hace venerarlos como a sabios y confiar plenamente en ellos.

Básicamente la historia que cuenta Giles Tremlett es la mía pero a la inversa: un británico teniendo su primer hijo en Madrid.

¿Qué es lo que yo esperaba de mi embarazo? Una simbiosis con un ginecólogo, a quien le entrego mi salud y la de mi bebé y toda mi confianza. Si él dice que me tiene que hacer una episiotomía, una cesárea, o que mi chico fuera del quirófano haremos lo que diga porque él es quien sabe. Como buena española necesito sentirme en buenas manos y cuidada. En UK sin embargo, lo mas importante es que se respete mi intimidad, mis decisiones y mis creencias (hippies, homeópatas, religiosas...), y si pasa algo, entonces una legión de médicos tomará el control, pero no antes.

Estoy aquí y esto es lo que hay. Afortunadamente el sistema británico reconoce mi derecho a querer un parto con epidural, monitores, médicos y el ambiente clínico que siempre pensé que acompañarían al nacimiento de mi bebé.

Ahora que he comprendido dónde estaba mi error, qué es lo que quiero y por qué y lo que el NHS supone que yo quiero, puedo explicarme mejor e intentar que haya algo de comunicación con mi matrona hippyguay.

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